La cuaresma es un tiempo en que tenemos la oportunidad de dar todo nuestro esfuerzo espiritual. Mejor dicho, como cristianos, es donde se nos mide el aceite. Ya que este es tiempo de desierto es una prueba como si estuvieras preparándote para hacer un largo viaje en el Sahara o un rally en Dakar. Pero es clave que, si queremos hacer realidad la presencia de Dios en nuestras vidas, debemos retirarnos al desierto. Este es lugar de soledad, de silencio y de encuentro con Dios.
Hoy estamos sufriendo la pandemia del coronavirus. Y todo el mundo está buscando la forma de no contagiarse. No se puede estar en reuniones masivas y se ha pedido estar en cuarentena cuando el virus ya está encima. De algo muy parecido trata la cuaresma. La cuaresma es un tiempo de reflexión, de penitencia, de conversión espiritual. En la cuaresma tenemos el tiempo destinado para retirarnos a la soledad alejados de todo aquello que quiere enfermar nuestra alma. Hay muchas bacterias espirituales que no las podemos ver a simple vista. Por eso es necesario ir al silencio para ser conscientes de qué nos afecta.
Es difícil encontrar a Dios en el bullicio porque Dios se encuentra en el silencio de nuestro corazón. Si nos ponemos a ver, el bullicio reina en tantas ciudades en el mundo en las que no se percibe el silencio. Es un ruido incontrolable que está acabando con el ser humano. Muchos pensaran que se es muy difícil vivir el silencio porque no viven en un monasterio, y es verdad, es difícil, pero no imposible. Sacamos tiempo para tantas cosas en el día como deporte, televisión, trabajo, celular… pero pensemos ¿cuantas veces sacamos tiempo para encontrarnos con Dios a solas?
Pero cuando el hombre se retira al desierto crece interiormente. Pues en esa soledad y silencio puede conocerse a sí mismo cada vez más. Este conocimiento de sí también lo capacita para conocer más a Dios y obtener la fuerza para vencer toda prueba que se atraviese. En el silencio y la soledad del desierto la alegría de Dios se convierte en nuestra alegría. En fin, cuando entramos a este lugar del desierto en nuestra cuaresma, somos transformados por Dios, purificados de toda inmundicia.
También, para ir a este viaje en el desierto, es importante llevar poco equipaje. Esto quiere decir que hay que aprender ser austeros en todo. Es decir que es tiempo de combate y como buenos soldados no podemos dar rienda floja a nuestro enemigo para que se aproveche de nosotros. Con la mortificación y la práctica de caridad podremos fortalecer nuestra voluntad y acabar fácilmente con el mal. Una tentación es pensar que no estamos haciendo nada cuando practicamos penitencia y hacemos oración en silencio. Pero, la verdad es que la actividad que hacemos sin oración se hace para nosotros una amenaza de la vida interior. Todos tenemos cosas que hacer, pero para todo hay un momento. Todo tiene valor verdadero, encontramos nuestra verdad y la verdad de Dios estando con Dios a solas. Y lo tenemos a nuestro alcance para hacerlo realidad.
Recuerda siempre la enseñanza de Jesús: pero tú, cuando ores, entra en tu aposento, y cuando hayas cerrado la puerta, ora a tu Padre que está en secreto, y tu Padre, que ve en lo secreto, te recompensará (Mt 6,6).
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