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La estrella luminosa y la noche oscura


Vamos a emprender hermanos un viaje, acompañados de pastores y guiados por la estrella, para tener ese asombroso encuentro con el Mesías. El viaje se compara con la noche oscura de San Juan de la Cruz. Juan de la Cruz nos dice que para empezar este camino es necesario el temor del Señor y éste es fruto de la sabiduría. La palabra Mago significaba para la época hombre lleno de sabiduría. Entonces, ellos eran unos reyes sabios, listos para emprender su viaje. El Evangelio de Mt 2,9 nos dice que la estrella se les apareció en oriente. Dice también en el poema de la noche oscura: “a donde me esperaba quien bien me sabía”. Por lo tanto ellos tenían gran conocimiento del Mesías y eran hombres de Dios ya que conocían muy bien las escrituras. Esto lo podemos comprobar cuando son interrogados por Herodes, los sumos sacerdotes y letrados del pueblo sobre el lugar donde debía nacer el Mesías. Y los Reyes les responden con la Escritura “En Belén de Judea, como está escrito por el profeta” Miq 5,1 y 2 Sam 6,2. Por lo tanto, Dios viene a todas las culturas, religiones y estratos sociales. El viene a manifestarse a todos.

Los Reyes salen de oriente, dejan sus tierras, dejan su pasado y se emprenden a caminar en esta dichosa aventura. Dejan su casa sosegada. Pero este viaje lo tienen que emprender en La Noche. Pues solo en la noche se puede ver la luz de la estrella. Por eso Dios se hace más fuerte en nuestros momentos de debilidad. La noche está asociada con el peligro pero que es cuando más puede alumbrar su luz y ser guiados con más claridad. Ellos no se guían ni por la luz del sol en el día o de la luna en la noche sino por la luz que el mismo Dios les da como señal. Dice el poema “ni yo miraba cosa, sin otra luz y guía, sino la que en el corazón ardía”. Esa luz ardía de tal modo en sus corazones que enfrentaban el temor de dejar sus tierras olvidándose de sí mismos y emprendiendo el camino hacia la noche en donde el peligro los va a acechar con gran fuerza. Inclusive se arriesgan a presentarse cara a cara con el enemigo, el rey Herodes que solo quiere asesinar el Mesías.

Hay algo particular acá y es que el miedo que deberían tener los Magos en su viaje lo siente más bien Herodes y el pueblo. Dice en Mt 2, 3 “al oírlo, el rey Herodes comenzó a temblar al igual que todo Jerusalén.” Los reyes siendo forasteros seguían su camino fortalecidos por la fe y confiados en la protección y guía de la luz de Dios manifestada en la estrella. El miedo no es buena compañía para caminar hacia el encuentro del Mesías. Algo muy interesante dice versículo nueve y es que la estrella que se les apareció en oriente avanzaba delante de ellos. La estrella iba trazando el camino, esto no lo hace una estrella común. Dios actúa más allá de nuestro tiempo y naturaleza para guiarnos. Pues este camino es hacia el cielo. Por último, la estrella se detuvo en el lugar donde estaba el niño. Aquí la claridad los inunda. Es el culmen, el encuentro con el amado. Donde los reyes se postran y le adoran y entregan su corazón y sus tesoros.

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