“mayo, mes de la promesa y de la esperanza, la tierra estalla en tierno follaje y verdes pastos, es el mes que inicia y preludia el verano, la alegría y jubilo externo de la naturaleza es el mejor acompañante de nuestra devoción a aquella que es la Rosa Mística y Casa de Dios”, decía el beato cardenal John Henry Newman.
Durante siglos la Iglesia ha celebrado el mes de mayo como mes de la Virgen, mes dedicado a honrar a Nuestra Señora, periodo litúrgico de la Resurrección y el corriente mes llaman e invitan a orar y abrir nuestros corazones a su reina, María Santísima.
La costumbre nació en la antigua Grecia de festividades paganas. Mayo era dedicado a Artemisa, diosa de la fecundidad y de manera similar en Roma, mayo era dedicado a Flora, la diosa de la vegetación. En el medioevo había costumbres similares donde se pedía la llegada del buen tiempo y el alejamiento de las severas heladas y nieves del invierno. El cristianismo se expande y Jesús, que es la luz que disipa las tinieblas, y que hace nuevas todas las cosas, irrumpe en la Historia y transforma tiempo y humanidad. Por ello, antes del siglo XII entró en vigor la tradición del Tricesimum o la “devoción de treinta días a María”. Se celebraba entre el 15 de agosto y el 14 de septiembre, pero en el tiempo barroco del siglo XVII se trasladaron estas fechas al mes de mayo. Este mes cuenta, con la celebración de devociones especiales, organizadas cada día durante todo el mes. Esta bella costumbre se extendió durante el siglo XIX y se practica hasta hoy.
Actualmente, nuestra Iglesia, nutriéndose de toda esta riqueza cultural y viviendo el tiempo de Dios, adoptó la costumbre de dedicar el mes de mayo a la Virgen María. Se vive la tradición de coronar su estatua con la corona de mayo, hecha con hermosas flores que representan la belleza y virtudes de María y también es un recordatorio a los fieles para esforzarse en imitar sus virtudes.
La Iglesia ha alentado a los fieles a unirse a esta hermosa celebración, aun concediendo indulgencias plenarias especiales y con referencias en algunos documentos del magisterio como la encíclica Mense Maio de san Pablo VI en 1965. Comparto algunos apartes de la encíclica donde se denota la gran dignidad de nuestra Señora y Madre para el pueblo cristiano:
“Es muy grata y consoladora esta práctica tan honrosa para la Virgen y tan rica de frutos espirituales para el pueblo cristiano. Porque María es siempre camino que conduce a Cristo.”
“Sabemos también que el Señor es el Padre de las misericordias y el Dios de toda consolación (2Cor 1,3) y que María Santísima ha sido constituida, por Él, administradora y dispensadora generosa de los tesoros de su misericordia”.
Dice nuestra Madre santa Teresa de Jesús: “Gran cosa es lo que agrada a nuestro Señor cualquier servicio que se haga a su Madre”. Unámonos a la celebración desde nuestros hogares: Ambientemos un lugar con su imagen, con adorno de flores y telas, leamos pasajes bíblicos como la anunciación, el nacimiento de Jesús, la presentación del Niño Jesús en el templo, la visitación a santa Isabel o el de María al pie de la cruz y recemos en familia el Santo Rosario por nuestra conversión y por toda la necesidad actual del mundo. Llevemos puesto y/o regalemos el escapulario de la Virgen del Carmen, o la medalla milagrosa, y unámonos a honrarla con especial devoción estas fechas especiales como el 13 de mayo memoria de nuestra Señora de Fátima y con especial predilección celebremos la fiesta consagrada a María Reina o fiesta de la Visitación de Nuestra Señora mediadora de todas las gracias el 31 de mayo.
Hermanos, María merece todo este mes en su honor, hagamos nuestra oración con crecido fervor, confianza, amor y una constante acción de gracias a la Santísima Virgen por todas las bendiciones recibidas. Ella es nuestra Madre y sabe lo que más necesitamos. Dios los bendiga.
Por un hermano contemplativo del Carmelo.
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